El fenómeno

El fenómeno, idea que hago servir como paradigma de todo el movimiento cívico que culminó con la fundación del partido Ciudadanos en Cataluña, me ha servido -uso el concepto orwelliano- para sistematizar conocimientos que ya poseía. Esa estructuración de nociones, pertinazmente enmarañadas, era imperiosamente necesaria para dejar al descubierto el problema que había de sacudir, en su crudeza, mi conciencia; circunstancia ésta, definitiva, para activar una rebeldía latente que, hasta entonces, dormitaba cobardemente, o dicho de forma menos dura, desactivada eficazmente por el nacionalismo pujolista. Conseguido el efecto y sobrevolado el nido del cuco, ya nada volverá a ser lo mismo, a pesar de las dificultades.

Dificultades como las que tienen los representantes del fenómeno para explicar a la sociedad algo tan obvio como que la libertad no consiste en alcanzar únicamente la tuya, sino conseguir que sea disfrutada por todos sin exclusión y, en ese sentido, es altamente frustrante que, al igual que los diez mil de Jenofonte gritaron ¡thalassa, thalassa! al llegar al mar, los Ciudadanos hayan de gritar ¡libertad, libertad! cuando contemplan, frente a sí, ese mar borrascoso de la intolerancia y, a la vez, a las autoridades en calma chicha.

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He oído a la presentadora del telediario de TVE decir 'nazca donde nazca el flamenco no tiene cuna'. Venía al caso de una noticia sobre un fenómeno que va a más; el interés que despierta en muchos extranjeros este arte. Se documentaba la noticia con cortas declaraciones de algunos de ellos mostrando su entusiasmo por la afición. Contrasta enormemente con la cerrazón de la Junta de Andalucía en blindar el flamenco en su Estatuto.