04 abril 2009

Relatos brevísimos



El tránsito

–¡Hijo, qué alegría, estás de nuevo en casa! –se abrazó a mi cuello llorando y dando gracias a Dios. –Sí, madre, me han dado de alta –dije a la vez que trataba de dejar la maleta en el suelo –dicen que ya estoy curado –pues claro que ya estás curado, si lo sabrán ellos –aseveró tratando de aparentar un falso enfado. Escucha, hijo, –el tono de su voz se tornó grave – han llamado de la ONG interesándose por el día que llegabas. Sabían que era uno de éstos y deseaban felicitarte pero yo no quisiera que volvieras a contactar con ellos –claro, madre, claro. Por una vez te haré caso, además, no estoy en condiciones siquiera de ayudarles en la oficina, sin salir de la ciudad.
El día era soleado, la mecedora seguía el monótono vaivén marcado por el impulso de mis pies: era mediodía, el sol caía a plomo en el jardín y sus rayos se enredaban en las copas de los naranjos de la calle que yo veía sobresalir por encima del muro. Miré directamente el círculo incandescente y el resplandor me cegó…Yo no entendía lo que decía la madre pero la elocuencia de la situación no ofrecía ninguna duda: imploraba de rodillas por la vida de su hijo. El soldado jemer no paraba de reír, cortó en seco la risa, le dio una patada a la mujer, puso su bota sobre la cabeza del niño – ¡no, no, por favor! –grité angustiado –el golpe de la culata me derribó cerca de donde había caído la madre y, como si tal cosa, le aplastó la cabeza al niño…

–¡Guau, guau! –los ladridos del perro de los vecinos y sus correrías por el jardín, azuzado por la chica, me devolvieron a los rigores del verano y a la letanía de la mecedora, un sudor frío recorría mi frente –¿qué te pasa, hijo? –¡nada, madre, nada! –dije notablemente azorado –he recordado Camboya –eso fue en el 77, han pasado muchos años ya. Trata de olvidarlo –dijo dulcemente –y entró de nuevo en la casa secándose las manos en el delantal.

Un escarabajo pugnaba por escalar el pequeño desnivel entre el césped y el caminito de pizarra que va de la puerta de la cocina, por la que hacía un momento había entrado a casa mi madre, hasta la pérgola del fondo de la parcela. Por fin consiguió el insecto encaramarse y, una vez en la superficie negra de las piedras, tomó dirección a la vivienda. Me levanté, lo seguí un par de metros y se paró. Alcé la punta del pié, apoyé fuerte el talón y lo pisé con ganas –¡creeaack! –sentí un desconocido gozo y un cosquilleo en la base de la nuca al mismo tiempo que esbocé media sonrisa.
–¡Qué horror! ¿no te has enterado de lo que pasó ayer? –las oía hablar, paradas en la acera, junto a la cancela –pues no, he pasado el fin de semana fuera y no sé nada –contestó mi madre, intrigada –han encontrado al perro de tu vecina colgado de uno de los naranjos de la calle, con hilo grueso de alambre. ¡Pobrecillo!. La muerte ha debido de ser dolorosa porque el alambre por poco le siega el cuello. –¡qué sensación tan estimulante y placentera se apoderó de mí tras oír esas palabras!.
–¿Qué ha ocurrido, madre? –han matado al perro de los vecinos, qué terrible muerte, ¡quién ha podido hacer algo así!, me ha recordado a aquél pobre hombre de los Balcanes, sí, aquél bosnio que colgaron con alambre y casi le arrancan la cabeza, te afectó mucho. ¡Jesús!, no debería recordarte estos episodios dolorosos, pero, en fin, no pudiste hacer nada para ayudarle... –Sí, Srebrenica, lo tengo muy presente –pensé.
La sirena de la ambulancia había dejado de sonar pero los destellos de las luces seguían iluminando intermitentemente la escena. Una chica violada y asesinada con crueldad y ensañamiento, el chico nuevo de la ONG no pudo soportarlo, salió corriendo y vomitó sobre el tronco de un árbol –¿te encuentras bien? –le pregunté apoyando una mano sobre su hombro –sólo un perturbado puede haber hecho una cosa así –en Darfur, por una cosa u otra, todos están perturbados –dije con desazón –en estos últimos 30 años he recorrido casi todas las zonas en conflicto del planeta, vienes a ayudar pero la barbarie te supera, entonces, si no quieres ser un estorbo, has de centrarte de lleno en los vivos y, para eso, has de dejar de lado a los muertos –me miró entre sorprendido e incrédulo…

–¿El juez ya ha dado la orden de levantar el cadáver? –preguntó uno de los camilleros – sí –contestó el otro – así que, como la policía ha realizado también su trabajo, acabemos nosotros el nuestro –¡levantemos lo que queda de la pobre chica!. Mi madre observaba por una de las ventanas de la primera planta, la cerró, echó la cortina -yo la miraba con excitación- se dirigió al teléfono con pasos cansados: –Sí, soy la madre. Por favor, vengan por él, mi hijo no está bien… –¡fissssh! –no llegó a colgar.

Smm

Eric Clapton empezó su carrera en el grupo de soul-rock Derek and the Dominos. Esta banda sólo produjo un disco y en él se encontraba el corte 'Layla', dedicado a la mujer de uno de los componentes de los Beatles, que llegó al nº 10 en las listas de éxitos. Prosiguió su carrera en solitario con notables éxitos convirtiéndose en una estrella indiscutible del rock. Aquí os dejo una versión en directo de 'Cocaine' no sin haber dudado muchísimo sobre la conveniencia de insertar Layla, otro temazo que me encanta.

4 comentarios:

MUY SEÑORES MÍOS dijo...

Hala, que lo pases bien, que te sienten bien las vacaciones, que ya nos has dejao el cuerpo jotero con tus relatos brevísimos, pero como cargas de profundidad.

Hale, ve a marcarte unas saetas por el sur y di que es salsa caribeña.

A. Sánchez dijo...

Haremos lo que podamos, amigo MSM, de momento tengo apalabrada una visita a Córdoba, veremos si se puede hacer algo con las procesiones de Sevilla...

Saludos y hasta la vuelta.

MUY SEÑORES MÍOS dijo...

Buen viaje, si no hay tiempo para despedida croissanera o choclera o de agua mineral sin burbujas que sea.

A. Sánchez dijo...

Pues lamentablemente, no da tiempo, ni he tenido estos días disponibilidad. Cuando vuelva os doy un toque.

Saludos

Lugar: Barcelona, Spain