¡Che! ...¡Y no se hunde el mundo!
No se me subió a la cabeza el vaso de horchata que tomé, en Alboraya, ayer. La Senyera valenciana, formando cuerpo con la rojigualda, cruzando el pecho de la hermosa levantina ...¡Y no se hunde el mundo!. La natural convivencia de ambos símbolos; en Valencia, no espanta, en Cataluña, estigmatiza.
De la que montaría el puritanismo nacionalista (la mascletá sería como el eructo de un bebe, ante tamaño escándalo): ¡No quiero parte!
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